jueves, 30 de enero de 2014

La novela y el cuento hispanoamericano en el siglo XX

NOVELA Y CUENTO HISPANOAMERICANO EN EL SXX

Orígenes
Surge con la llegada a finales del siglo XIX del modernismo de José Martí, Rubén Darío, José Asunción Silva, apartándose de un canon literario específicamente europeo, encuentra ya sus señas de identidad en el periodo colonial y en el Romanticismo cuando a principios del siglo XIX se liberaron las distintas repúblicas hispanoamericanas, proceso que termina finalmente en 1898 con la pérdida por parte de España de sus colonias insulares de Cuba y Puerto Rico en América, y Filipinas en Asia.

Es habitual considerar que el momento de mayor auge de la literatura hispanoamericana surge con el denominado Boom a partir de 1940 y que se corresponde con la denominada literatura del realismo mágico o real-maravillosa. Al respecto José Donoso ofrece una clara explicación del fenómeno en su obra autobiográfica Historia personal del Boom.


Cualquier reflexión sobre la literatura hispanoamericana establece de inmediato una doble característica aparentemente contradictoria: la unidad y la diversidad; la unidad de las letras hispanoamericanas viene dictada por la comunidad del idioma, por el hecho radical de compartir el español como lengua común. En cuanto a la diversidad, puede decirse que es una de las consecuencias históricas de la formación de las nacionalidades en América. De ahí que en el contexto latinoamericano la clasificación literaria por grupos nacionales pierda de vista las afinidades entre movimientos, la confluencia de estilos, la idéntica preocupación por una temática, la unidad, en suma, de un hecho literario que se expresa en una misma lengua con una portentosa gama de peculiaridades regionales

La exposición, sin embargo, obliga a mantener un orden, pero éste, por su mismo carácter convencional, no implica, al menos en este caso, jerarquización alguna.

Cabe anotar que la denominación de literatura hispanoamericana se concentra en la literatura producida en lengua española, a diferencia de la iberoamericana que, además de incluir la producción europea, reconoce el aporte peninsular (portugués y español) en la conformación de estas literaturas

La literatura argentina desde el período de entre guerras

 

Jorge Luis Borges (1899), que alcanzó la fama internacional con el “boom” de los años sesenta, es un escritor que estuvo ligado, ya en los años 20, a los movimientos vanguardistas del momento. Su reconocido magisterio entre tantos escritores latinoamericanos contemporáneos no debe hacer olvidar su obra anterior a la Segunda Guerra Mundial, aunque en parte se haya revalorizado tras el “boom” , ni el medio literario del que surge. Borges se inicia como poeta con Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929) y se revela al mismo tiempo como extraordinario ensayista en Inquisiciones (1925) y Evaristo Carriego (1930) Posteriormente se convierte en uno de los grandes escritores latinoamericanos con Historia universal de la infamia (1935), El jardín de senderos que se bifurcan (1941), Ficciones (1944), El Aleph (1952), El hacedor (1960) y El informe de Brodie (1970), a los que hay que sumar los volúmenes de ensayos Historia de la eternidad (1936) y Otras inquisiciones (1952).

Con respecto al medio en que aparece Borges es importante consignar los nombres de Macedonio Fernández (1874-1952), Museo de la novela de la Eterna (1967), Leopoldo Marechal (19001970), de la misma generación que Borges, Adán Buenosayres (1948), novela y Oliverio Girondo (18911967), Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922). Junto a otros escritores agrupados en la revista Martín Fierro y que integraron el Grupo Florida, hay que mencionar a Leónidas Barletta como uno de los principales exponentes del Grupo Boedo, con una estética menos vanguardista y más ligada a las cuestiones sociales. Un caso aparte es Ricardo Güiraldes (18861927), que con Don Segundo Sombra (1926) corona la novela de la tierra en Argentina.

Un escritor de importancia en el periodo de entreguerras, y que recoge con fidelidad el ambiente crítico y desesperado de la época, es Roberto Arlt (19001942), autor de novelas como El juguete rabioso (1927), Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931), en las que el habla porteña adquiere una categoría expresiva novedosa y literariamente original. Enrique Amorim (19001960), uruguayo integrado en la literatura argentina, se caracteriza por sus obras de tema rural, El paisano Aguilar (1934), El caballo y su sombra (1941). Nicolás Olivari (1900-1966), poeta tremendista y atormentado, aporta en este período los volúmenes de poesía La musa de la mala pata (1936), Diez poemas sin poesía (1938), Poemas rezagados (1946) y los libros de relatos La mosca verde (1933) y El hombre de la navaja y de la puñalada (1933). Mientras que Raúl González Tuñón (19051974), que combina tanto la estética de Boedo como la de Florida, se destaca como poeta en El violín del diablo (1926), La calle del agujero en la media (1930), La rosa blindada (1936) y La muerte en Madrid (1939). El poeta Fernando Guibert (1912-1983), llamado "acosador del lenguaje", logra romper con las fórmulas de la lengua abriendo nuevos niveles de percepción poética con Poeta al pie de Buenos Aires (1953) y su poema cosmogónico Ahora Vamos (1983).

La tradición fantástica que inaugura Borges tiene especial influencia en narradores como Adolfo Bioy Casares (1914) y Silvina Ocampo (1905). Tras la novela La invención de Morel (1940), Bioy publica, dentro de la línea argentina borgiana, una serie excelente de cuentos que reunirá en 1972 en Historia fantástica. Victoria Ocampo (18931979), hermana mayor de Silvina, es una notable ensayista, Testimonios (1935, 1942, 1946), y desempeña un papel de gran importancia como editora al fundar en 1931 la revista Sur, que dará a conocer, entre otros, al propio Borges.

Al margen del entorno de Borges se mueven Manuel Mujica Láinez (19101984), Bomarzo (1962) y Antonio di Benedetto (1922), Zama (1956), junto a los que cabe citar a un grupo de narradores dedicados, sobre la condición humana. Tal es el caso de Eduardo Mallea (19031982), mediante técnicas realistas, a una angustiada indagación sobre la condición humana: La bahía del silencio (1940), Todo verdor perecerá (1941), Rodeada está de sueño (1943), Ernesto Sábato (1911), novelista que adquirió renombre en los años sesenta, pese a no ser uno de los protagonistas del “boom”. Su trilogía El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974) constituye un ejemplo de novela total y es una de las muestras más sólidas de la narrativa argentina contemporánea.

Julio Cortázar (19141984) es, junto con Borges y Sábato, uno de los escritores de mayor renombre de la literatura hispanoamericana. En su narrativa confluyen tanto la herencia de Borges, Marechal y Macedonio Fernández como la de una tradición europea en la línea de la literatura fantástica surrealista. Sus mejores cuentos se encuentras en los volúmenes Bestiario (1951), Final del juego (1956) y Las armas secretas (1959), mientras que su novela central, que ha gozado de una enorme influencia entre los jóvenes narradores hispanoamericanos, es Rayuela (1963). Entre éstos, y en el ámbito argentino, han sobresalido Juan José Saer (1938), El limonero real y Manuel Puig (1932), La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969).

Nicaragua

 

En Nicaragua, el enraízamiento de una vigorosa corriente vanguardista en los años veinte eleva el tono general de la poesía, filtrando la herencia modernista de Rubén Darío. Un poeta importante es Pablo Antonio Cuadra (1912), dinamizador de la revista Vanguardia desde 1928, y cuya obra, a partir de sus Canciones de pájaro y señora (1929 - 1931), se extiende hasta los años setenta con Poemas nicaragüenses (1930 - 1933), Canto temporal (1943), Himno de horas a los ojos de Nuestra Señora (1946 - 1954), Poemas con un crepúsculo a cuestas (1949 - 1956 y Cantos de Cifar (1971). Ernesto Cardenal (1925), sacerdote profundamente vinculado al sandinismo, es autor de una poesía inspirada en ideales revolucionarios, Hora cero (1956), Salmos (1964), Homenaje a los indios americanos (1970) y Canto Nacional.

Chile: del vanguardismo a la novelística de Donoso

 

Dos grandes poetas de la literatura hispanoamericana aparecen en Chile, afirmándose en el momento en que cede el creacionismo de Vicente Huidobro (1893 – 1948). Estos poetas son Gabriela Mistral (18891957) y Pablo Neruda (1904 – 1973), ambos Premio Nóbel de Literatura en 1945 y 1971, respectivamente.

La obra poética de Gabriela Mistral, Desolación (1922), Ternura (1925), Lagar (1954), está hecha de fuerza y de pasión, y a pesar de su descuidada forma es poseedora, en su canto al amor y a su Chile natal, de un alto lirismo.

Pablo Neruda es uno de los grandes poetas de América Latina en el siglo XX. Su obra incorpora corrientes muy variadas y presenta una riquísima gama de matices líricos y épicos. Al neoromanticismo inicial de Crepusculario (1920 – 1923) y Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1923 – 1924), le sigue una hermética etapa expresionista y surrealista, Residencia en la tierra (1925 – 1931 y 1931 – 1935), superada por la épica de España en el corazón (1937) y Canto general (1950). La obra nerudiana culmina en los cinco volúmenes del Memorial de Isla Negra (1964). La poesía chilena tiene, asimismo, a un excelente poeta en Nicanor Parra (1914), con sus singulares “antipoemas”, Poemas y antipoemas (1954), Versos de salón (1962).

La narrativa chilena contemporánea tiene sus antecedentes en las novelas naturalistas de Eduardo Barrios (1882 – 1963) y Joaquín Edwards Bello (1886 – 1968), y prosigue a través de la línea realista de Manuel Rojas (1896 – 1973), cuyo eco social se halla también en Fernando Alegría (1918). Carlos Droguett une al realismo una mayor preocupación por la forma, Eloy (1960), y Enrique Lafourcade (1927), satiriza al régimen de Rafael Leónidas Trujillo en La fiesta del rey Acab (1959). Con José Donoso (1924) la narrativa chilena alcanza su mayor brillantez, en obras tales como El lugar sin límites (1966) y El obsceno pájaro de la noche (1970), donde presenta el mundo degradado de la alta burguesía de su país. El gran poder de fabulación de Donoso se muestra, asimismo, en una novela posterior de largo alcance: Casa de campo (1978). Entre los narradores posteriores a José Donoso merece ser citado Jorge Edwards (1931), El peso de la noche (1965), Las máscaras (1967).

La literatura de México: del período post revolucionario a Carlos Fuentes

 

Hacia los años treinta del siglo XX, la novela de la revolución mexicana se halla en su auge. El primero en iniciar esta corriente narrativa había sido Mariano Azuela (1873 - 1952) con una novela internacionalmente conocida y que constituye uno de los hitos de la literatura latinoamericana del siglo XX: Los de abajo (1915). Por medio de un crudo realismo, Azuela presentaba en esta novela una antítesis entre dos personajes, Demetrio Macías y Luis Cervantes, como representación de los ideales populares de la revolución, que mueren, al igual que el protagonista, y del pragmatismo oportunista que termina por adueñarse de la situación, tergiversando los propios fines revolucionarios.

El impacto de Los de abajo sólo puede ser comprendido si se atiende al hecho de que crea toda una modalidad narrativa, que perdurará hasta mediados del siglo XX. Una relación esquemática de la novelística de la Revolución mexicana debería incluir las siguientes obras: El águila y la serpiente (1928) y La sombra del caudillo (1929) de Martín Luis Guzmán; Apuntes de un lugareño (1932) y Desbandada (1934) de José Rubén Romero (1890 - 1952); ¡Vámonos con Pancho Villa! (1931) y Se llevaron el cañón para Buchimba (1934) de Rafael F. Muñoz; El resplandor (1937) de Mauricio Magdaleno y finalmente, la pentalogía Memorias de Pancho Villa, que redacta Martín Luis Guzmán entre 1938 y 1951.

Por la misma época en que se desarrolla esta narrativa de la revolución, la poesía mexicana se orienta decididamente hacia el vanguardismo . José Juan Tablada (1871 - 1945) introduce los haikais tras un viaje al Japón e influenciado por Guillaume Apollinaire, compone poemas ideográficos. Sus libros constituyen un repertorio de formas hasta entonces desconocidas en la literatura de México: Al sol y bajo la luna (1918), Un día... (1919), Li Po y otros poemas (1920), El jarro de flores (1922), La feria (1928). Manuel Maples Arce (1898), publica en 1922 Andamios interiores, que es como un manifiesto de la estética del estridentismo. La renovación poética toma como punto de referencia la revista Contemporáneos, que aglutina a poetas como José Gorotiza (1901 - 1973), XX poemas (1925), Muerte sin fin (1939); Xavier Villaurrutia (1903 - 1950), Nostalgia de la muerte (1939), y otros.

Octavio Paz (1914) se da a conocer como poeta en 1933 con Luna silvestre. Publica más tarde Entre la piedra y la flor (1941), A la orilla del mundo (1942), un libro de poemas en prosa, ¿Águila o sol? (1951), Semillas para un himno (1954) y La estación violenta (1958), libros que en 1960 reúne en Libertad bajo palabra. A este primer ciclo poético le siguen otros dos: Salamandra (1962) y Ladera este (1969). Tras dar a conocer dos textos de poesía óptica, Topoemas y Discos visuales (1968), Paz compila en un cuarto ciclo su última producción poética, Pasado en claro (1975).

En sus ensayos, Octavio Paz ejerce un magisterio que, sin duda, es el más influyente en la actual literatura mexicana. Los temas de que trata son múltiples: literarios: Las peras del olmo (1964), Cuadrivio (1965); históricos: Conjunciones y disyunciones (1969), La búsqueda del comienzo (1974); de moral, política, arte, etc.: Puertas al campo (1966), El mono gramático (1974), Los hijos del limo (1974); sin olvidar su ensayo sobre la esencia de lo mexicano: El laberinto de la soledad (1950). El conjunto de esta producción ha convertido a Octavio Paz en un fecundo ensayista de la literatura latinoamericana.

La lírica mexicana actual, muy influida por Paz, cuenta con nombres como los de Alí Chumacero (1918), Jaime García Terrés (1924) y Marco Antonio Montes de Oca (1932).

Hacia mediados del siglo XX surge, en el campo de la narrativa, una generación de transición entre los novelistas de la revolución y la generación joven de narradores contemporáneos. Dos nombres son fundamentales en este momento: Agustín Yáñez (1904 - 1980) y Juan Rulfo (1918). El primero con, Al filo del agua (1947), rebasa técnica y estilísticamente la novelística anterior, con lo que establece el punto de partida para la modernización del género. Posteriormente, Yáñez aporta dos nuevos títulos: La tierra pródiga (1960) y Las tierras flacas (1962).

Con tan sólo dos obras Juan Rulfo se consagra como maestro de la literatura latinoamericana contemporánea. En los relatos de El llano en llamas (1953) aparecen en las áridas tierras de Jalisco, donde "los muertos pesan más que los vivos". Con una lengua prodigiosa, parca y concisa, y desde un punto de vista impersonal, Rulfo hace desfilar en una sucesión de encuadres impresionistas, la acción es escasa, la realidad de unas gentes al borde de la desesperación. El clima de los relatos es de alucinación, pues no hay ropaje alguno que enmascare la miseria. En la novela Pedro Páramo (1955) utiliza idénticos procedimientos para contar una historia que está prendida por la fatalidad.

De la misma generación que Rulfo es Juan José Arreola (1918), autor de dos volúmenes de cuentos, Varia invención (1949) y Confabulario (1952), y de la novela La feria (1963). José Revueltas (1914 - 1976) aporta en este periodo sendas novelas, El luto humano (1943), Dormir en tierra (1960), que, en parte, delinean un puente hacia la nueva generación de narradores, encabezada por Carlos Fuentes (1929). Con La región más transparente (1958), este autor inicia su exploración de la realidad mexicana que irá ampliando en sucesivas novelas, Las buenas conciencias (1959), La muerte de Artemio Cruz (1962), Cambio de piel (1967), hasta llegar a Terra nostra (1976), la más ambiciosa de sus obras. Entre los narradores más jóvenes que aparecen en el panorama mexicano después de Carlos Fuentes cabe señalar, entre otros, a Juan García Ponce, Tomás Mojarro, Vicente Leñero, Salvador Elizondo, Sergio Pitol y Fernando del Paso.

Entre los poetas, fuera de Paz, hay que destacar especialmente la independencia y popularidad de Jaime Sabines y la lírica de Rosario Castellanos.

Con el deseo de revitalizar la narrativa y el ensayo del boom hispanoamericano, ha surgido últimamente la llamada Generación del Crack, integrada, entre otros, por Ignacio Padilla, Jorge Volpi, Eloy Urroz, Pedro Ángel Palou y Ricardo Chávez, y otros que se agregaron después como Alejandro Estivill y Vicente Herrasti.

La narrativa del Perú: del indigenismo a Mario Vargas Llosa

 

Dos puntos de partida se ofrecen en la literatura peruana de antes de la Segunda Guerra Mundial. De un lado, la obra de uno de los grandes vanguardistas latinoamericanos, el extraordinario César Vallejo (18921938), Los heraldos negros , Trilce (1922), Poemas humanos (1939), España, aparta de mí este cáliz (1940). De otro, la dinamización impulsada por José Carlos Mariátegui (18951930) desde la revista Amauta (1926), que aglutina las tendencias literarias de vanguardia. Mariátegui aporta además, como ensayista, sus 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, siendo el primer escritor que incorpora el marxismo a su análisis de la realidad hispanoamericana. Rompiendo totalmente con el indigenismo paternalista de Clorinda Matto de Turner. Mariátegui avanzaba un indigenismo liberacionista que sería incorporado en el pensamiento de mucha de la izquierda latinoamericana.

La narrativa peruana se afirma en 1941 con la publicación de El mundo es ancho y ajeno , de Ciro Alegría (19091967), que consagra el indigenismo en la novela hispanoamericana. José María Arguedas (19111969) presenta una temática indigenista que se parta del tradicional paternalismo implícito en las novelas de este género. Para Arguedas, el indio es un ser moralmente superior a sus explotadores. Las principales obras de este autor son Los ríos profundos (1958), El sexto (1961) y Todas las sangres (1964); publicada póstumamente apareció en 1971 El zorro de arriba y el zorro de abajo.

Entre los novelistas que heredan las inquietudes e Arguedas, aunque centradas en un medio urbano, cabe mencionar a Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), quien relata con estilo irónico las pequeñas aventuras de personajes cotidianos en sus cuentos recopilados en "La palabra del mudo", Sebastián Salazar Bondy (19241965), Náufragos y sobrevivientes (1954), Dios en el cafetín (1964), además de autor de varias obras teatrales, Osvaldo Reynoso (1932), El escarabajo y el hombre (1970), Carlos Eduardo Zabaleta (1926), Vestido de luto (1961), Niebla cerrada (1970). Manuel Scorza (19291983), por su parte, incorpora la temática social andina en forma realista y mística a la vez en Balada: Redoble por Rancas (1970) e Historia de Garabombo, el invisible (1972).

Mario Vargas Llosa (1936) es uno de los grandes novelistas de la literatura hispanoamericana y figura inciadora del llamado "boom" latinoamericano. Si en el contexto peruano su obra, que se inicia La ciudad y los perros (1962), representa una superación de la temática del indigenismo, al tiempo que una apertura hacia nuevas formas de novelar, La Casa Verde (1966), Conversación en La Catedral (1969), en el contexto continental sus novelas suponen una aportación de primer orden. Aparte de las obras citadas, Vargas Llosa es autor de un magnífico relato Los cachorros (1966), así como de otras novelas: Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977) y La guerra del fin del mundo (1981).

En el momento de apertura en que se mueve la narrativa peruana, Enrique Congrains (1932), publica con anterioridad a Vargas Llosa, No una, sino muchas muertes (1957), obra de temática urbana. Alfredo Bryce Echenique (1939) describe el ambiente de la oligarquía limeña en Un mundo para Julius (1970). Otro gran exponente de la literatura peruana es Santiago Roncagliolo quien en el 2006 fue galardonado con el premio alfaguara por su obra Abril Rojo.

Onetti o la literatura de Uruguay

 

Es cierto que la gran figura de la actual literatura uruguaya es Juan Carlos Onetti, pero no menos cierto es que éste sería incomprensible sin un predecesor excepcional: Felisberto Hernández (19021963), genial cuentista que da expresión a los impulsos del inconsciente por medio de una estructura alógica en Fulano de tal (1925), Libro sin tapa (1929), La cara de Ana (1930) y La envenenada (1931) y posteriormente en Nadie encendía las lámparas (1947) y La casa inundada (1960).

El universo narrativo de Juan Carlos Onetti (1909), profundamente singular, se mueve entre el escepticismo y la falta de esperanza, como reflejo de una existencia cuyo sentido parece vacío de todo significado. Tras las tentativas de El pozo (1939), Tierra de nadie (1941) y Para esta noche (1942), Onetti crea un mundo original en La vida breve (1950), a la que seguirán Los adioses (1954), Para una tumba sin nombre (1959), La cara de la desgracia (1960), El astillero (1961), Tan triste como ella (1963), Juntacadáveres (1964) y Dejemos hablar al viento (1975).

Con posterioridad a Onetti, sobresale tanto en poesía como en la novela Mario Benedetti (1920), Montevideanos (1959), La tregua (1960), Gracias por el fuego (1965) y El cumpleaños de Juan Ángel (1971), novela versificada.

También se destaca el escritor contemporáneo Eduardo Galeano, autor de Las Venas Abiertas de América Latina, de la trilogía Memorias del Fuego y de El libro de los abrazos, entre otras obras.

La literatura de Venezuela después de doña Bárbara

 

El periodo de entreguerras se caracteriza en Venezuela por el intento de liquidación del modernismo academicista en poesía y por la aparición de tendencias vanguardistas agrupadas, desde 1936, en la revista Viernes. En esta llamada Generación de 1928, sobresale Miguel Otero Silva (1908) con su obra poética, Agua y cauce (1937), 25 poemas (1942), La mar que es el morir (1962), Sinfonías tontas (1962), y narrativa, Fiebre (1939), Casas muertas (1955), Cuando quiero llorar no lloro (1970). Tienen importancia, asimismo, Miguel Ángel Queremel (1899 - 1939), inspirador de la revista Viernes, y Vicente Gerbasi (1913), que incorpora el surrealismo a su poesía: Vigilia del náufrago (1937), Bosque doliente (1940), Tres nocturnos (1946) y, posteriormente, Círculos del trueno (1953) y Por arte del sol (1958).

La narrativa venezolana aporta en 1929 un título que, como La vorágine, constituye uno de los grandes hitos en la novelística latinoamericana del siglo XX. Su autor es Rómulo Gallegos (1884 - 1969), su título: Doña Bárbara. La acción de la novela se sitúa en los llanos venezolanos y en su contrapunto entre civilización y atraso, entre hombres y naturaleza, que en Gallegos no tiene el carácter ciego y devorador que le confiere Rivera en La vorágine, crea una nueva dimensión novelesca, que trasciende el costumbrismo decimonónico, con su intensidad simbólica y expresiva.

Una novela introspectiva y de tonos modernistas es la que escribe Teresa de la Parra (1898 - 1936) con Ifigenia: diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba (1924) y Las memorias de mamá Blanca (1929). Arturo Úslar Pietri (1906) es el más importante narrador de la actual literatura venezolana. Entre sus cuentos figuran los volúmenes Barrabás y otros relatos (1928), Red (1936), Treinta hombres y sus sombras (1949) y Pasos y pasajeros (1966). Uslar ha sido, además, un excelente cultivador de la novela histórica en Las lanzas coloradas (1930), y en El camino de El Dorado (1947).

Entre los narradores posteriores, Salvador Garmendia (1928), ha escrito una obra extensa y renovadora, Los pequeños seres (1959), La mala vida (1968), Los pies de barro (1973), Memorias de Altagracia (1974); Adriano González León (1931) se ha destacado por su fantasía en sus libros de cuentos, Las hogueras más altas (1959), Hombre que daba sed (1967), y en sus novelas, País portátil (1968). Más joven que los anteriores es Luis Britto García (1940), que se ha señalado con su novela Vela de armas (1970) y, sobre todo, con un libro de relatos: Rajatabla (1970).

 

El texto oral y el texto escrito

Textos expositivos


El texto expositivo tiene como objetivo informar y difundir conocimientos (enseñar, con una finalidad pedagógica) sobre un tema. La intención informativa hace que en los textos predomine la función referencial.

Los textos expositivos pueden ser:

DIVULGATIVOS, es decir, textos que informan sobre un tema de interés. Van dirigidos a un amplio sector de público, pues no exigen un conocimientos previos sobre el tema de la exposición (apuntes, libros de texto, enciclopedias, exámenes,conferencias, coleccionables…)

ESPECIALIZADOS, es decir , textos que tienen un grado de dificultad alto, pues exigen conocimientos previos amplios sobre el tema en cuestión (informes, leyes, artículos de investigación científica…)

Procedimientos discursivos

Se trata de procedimientos que en ningún caso son exclusivos de la exposición, pero que sirven para desarrollar contenidos.

La DEFINICIÓN es el punto de partida de muchos textos expositivos.

Las CLASIFICACIONES no son más que una serie de definiciones relacionadas entre sí.

La COMPARACIÓN tiene como objetivo facilitar la comprensión.

La EJEMPLIFICACIÓN. Los ejemplos sirven para apoyar lo que se explica; ayudan a la comprensión.

La DESCRIPCIÓN es un apoyo fundamental de la exposición, sobre todo en aquellos casos en los que es necesario explicar las partes o funciones de un objeto o fenómeno

Procedimientos organizativos

 

La estructura de un texto expositivo no está determinada de antemano, depende de la finalidad perseguida en cada caso.

La selección de información que hace el emisor debe partir del conocimiento global del tema, fijar la perspectiva y tener en cuenta los conocimientos que se presupone que tiene el receptor.La necesidad de que la exposición sea clara y ordenada hace que el desarrollo de la información sea progresivo y equilibrado.

La estructura básica de los textos expositivos es la lineal: introducción, desarrollo, conclusión.

Además de esta forma de organización existen otras:

ESTRUCTURA ANALIZANTE (método deductivo) se parte de una tesis y luego se ejemplifica.

ESTRUCTURA SINTETIZANTE (método inductivo) se parte de los casos particulares para llegar a la conclusión o síntesis.

CLASIFICATORIA o condensada consiste en ofrecer la información de forma resumida (listas, inventarios, tablas, esquemas, diagramas…)

 

EN LA EXPOSICIÓN DESTACA EL CONOCIMIENTO INTELECTUAL SOBRE UN TEMA,

EL RIGOR, LA EXACTITUD, LA CLARIDAD Y EL ORDEN.


 





Tipos de descripción.

  • Prosopografía.

Se fija en los rasgos físicos de una persona.

"María me ocultaba sus ojos tenazmente; pero pude admirar en ellos la brillantez y hermosura de los de las mujeres de su raza en dos o tres veces que, a su pesar, se encontraron de lleno con los míos; sus labios rojos, húmedos y graciosamente imperativos, me mostraron solo un instante el arco simétrico de su linda dentadura. Llevaba, como mis hermanas, la abundante cabellera castaño oscura arreglada en dos trenzas, sobre el nacimiento de una de las cuales se veía un clavel encarnado. Vestía un traje de muselina ligera, casi azul, del cual solo se descubría parte del corpiño y de la falda, pues un pañolón de algodón fino color púrpura le ocultaba el seno hasta la base de su garganta, de blancura mate. Al volver las trenzas a la espalda, de donde rodaban al inclinarse ella a servir, admiré el envés de sus brazos, deliciosamente torneados, y sus manos, cuidadas como las de una reina". La María, Jorge Isaacs.
"Tenía Aquilino la cara apelmazada, redonda y amarilla como una mogolla. Los ojos negros y vivos se le perdían entre los grandes párpados y las orejas mofletudas de hombre que padece de los riñones. Tenía el rostro lampiño. Apenas se le chorreaba una sombra de bigote enteco a lado y lado de la boca, que era grande, de dientes desportillados y amarillos..." Por qué mató el zapatero,

  • Etopeya.

Dice los rasgos morales o psicológicos de la persona.

"Las páginas de Chateaubriand iban lentamente dando tintas a la imaginación de María. Ella, tan cristiana y tan llena de fe, se regocijaba al encontrar bellezas por ella presentidas en el culto católico. Su alma tomaba de la paleta que yo le ofrecía los más preciosos colores para hermosearlo todo, y el fuego poético, don del cielo que hace admirables a los hombres que lo posees y diviniza a las mujeres que a su pesar lo revelan, daba a su semblante encantos desconocidos para mí hasta entonces en el rostro humano. Los pensamientos del poeta, acogidos en el alma de aquella mujer, tan seductora en medio de su inocencia, volvían a mí como eco de una armonía lejana y conocida, cuyas notas apaga la distancia y se pierden en la soledad".

  • Retrato.

Incluye cualidades físicas y morales.

"Braulio era un mocetón de mi edad. Hacía dos meses que había venido de la provincia a acompañar a su tío, y estaba locamente enamorado, de tiempo atrás, de su prima Tránsito. La fisonomía del sobrino tenía toda la nobleza que hacía interesante la del anciano; pero lo más notable en ella era una linda boca, sin bozo aún, cuya energía varonil de las otras facciones. Manso de carácter, apuesto e infatigable en el trabajo, era un tesoro para José y el más adecuado marido para tránsito".

 

  • Autorretrato.

El autor se describe a sí mismo.

  • Caricatura.

Es un retrato deformado en el que se exageran los rasgos más llamativos.

 

  • Topografía.

           Descripción de paisajes.

"La pequeña vivienda denunciaba laboriosidad , economía, limpieza; todo era rústico, pero cómodamente dispuesto y cada cosa en su lugar. La sala de la casita, perfectamente barrida; poyos de guadua alrededor cubiertos de estera de juncos y pieles de oso; algunas láminas de papel iluminado representando santos y prendidas con espinas de naranjo a las paredes sin blanquear; tenía a la derecha e izquierda las alcobas de la mujer de José y de las muchachas. La cocina formada de caña menuda y con el techo de hoja de la misma planta, estaba separada de la casa por un huertecillo donde el perejil, la manzanilla, el poleo y las albahacas mezclaban sus aromas". 

 

 
 
 
1. OBJETIVOS DE LA PRUEBA DE SELECTIVIDAD

 

A. Determinar el tipo de texto y su contenido

B. Identificar las peculiaridades formales y lingüísticas de un texto

 

2. CONSIDERACIONES PRÁCTICAS

 

3. COMENTARIO. Características generales:

 

El texto o el discurso constituye una unidad de comunicación completa, cuyas características estarán en función de:

 

-          la intención del hablante

-          la situación comunicativa

 

dependiendo de unas u otras características estaremos frente a uno tipo u otro de texto.

 

¿Qué comentaremos en relación con el tipo de texto?

 

            a. Determinar el tipo de texto

            b. Determinar el tipo de discurso que se emplea (Tipología textual apuntes comentario)

                        - En literatura: Narrativo, descriptivo o dialogado.

                        - En los textos humanísticos: expositivo, argumentativo

            c. Determinar el género y el subgénero: poesía (lírica o narrativa), narrativa (novela o cuento), teatro (comedia, tragedia). Entre los subgéneros: oda, lira, canción…

            * En función del tipo de texto habrá un tipo de morfología, de sintaxis y de aspectos textuales. (Pg 2 comentario)

 

Las propiedades o características de un texto son: la coherencia, la cohesión y la adecuación.

 

La coherencia:

 

            Se refiere a cual es la información que nos ofrece un texto y cómo se estructura

 

            Un texto es coherente cuando:

-          Los elementos que lo forman están relacionados entre sí.

-          Dicha relación es lógica.

-          La información no es contradictoria.

-          Hacen progresar la información (Se aporta nueva información)

 

¿Qué comentaremos con relación a la coherencia?

 

            a. Tema (No el argumento): Idea central en torno a la que se estructura el texto

            b. Estructura: Realizada de acuerdo con el contenido. Existen diferntes tipos de estructura. Tipos:

                        - Desde lo general a lo particular

                        - Paralela: exposición- argumentación

                        - Circular: Finalizar recogiendo la tesis con la que se inició el texto

                        - Tripartita: Introducción, desarrollo y conclusión

                        - Libre……

 

Adecuación:

 

            En la creación de un texto o  discurso influyen la situación comunicativa y la intencionalidad del autor, siendo así que el texto tiene que adecuarse a estos dos elementos.

En cuanto a la situación comunicativa influirán en él: los hechos que se cuentan, el tiempo, el lugar o espacio, y cuál es la relación entre los interlocutores…

 

¿Qué comentaremos con relación a la adecuación?

 

            a. La intención comunicativa del autor

 

            b. La relación del texto con los elementos de la enunciación; esto es, La relación entre el emisor, el receptor.

-  Se pueden analizar el emisor y el receptor externos al texto (presuposiciones, intertextualidad) y los internos al texto (narrador y narratario)

-  El tiempo y el espacio también pueden ser externos al texto (todo lo que se refiere al autor, época, movimiento literario, obra) como internos (Esto último repercutirá en la estructura).

 

            c. Voces del discurso - en función de la intención del autor-: Narrador, personajes, puntos de vista (estilo directo, estilo indirecto, estilo indirecto libre y monólogo interior. Pg 12)

 

            d. Variedades lingüística: registros, sociolectos, dialectos… Estos elementos seleccinarán la temática, la relación entre los interlocutores y variará en función de la estructura formal del texto –oral o escrito-.

 

            e. Modalización: Efectos de subjetivación del enunciado.  Se trata de la actitud que mantiene el emisor respecto al mensaje que está produciendo manifestando actitudes, opiniones, creencias y valoraciones mediante algunos recursos lingüísticos y no lingüísticos. Se llevan a cabo mediante procedimientos lingüísticos (pg 7)

            f. Funciones del lenguaje (como guía orientativa)(pg 7)

           

 

La cohesión:

 

            Dentro de la cohesión hay que tener en cuenta tres aspectos: Los mecanismos de coherencia, los conectores y la modalización:

 

 

a. La coherencia se manifiesta a través de la cohesión y puede ser de tres tipos:

 

-          Cohesión léxica: (Repetición de lexemas) Repetición de palabras y palabras derivadas.

 

-          Cohesión semántica: (Repetición de significados):

o       Sinonimia

o       Sinonimia contextual (dos palabras con el mismo referente)

o       Palabras baúl (palabras de significado impreciso que se ven aclarados por el contexto)

o       Hiperónimos e hipónimos (fruta hiperonimo de sandía, pera que son hipónimos)

o       Antónimos

o       Mismo campo semántico (queso, mermelada, huevo campo semántico de comidas)

Realidades que asociamos

 

¿Cuándo nos fijaremos en la cohesión léxica y semántica?

Cuando el autor esté tratando de reforzar la percepción de la idea principal. En otras ocasiones puede tener que ver con los mecanismos de modalización, contribuyendo a la objetividad o a la subjetividad.

 

 

-          Cohesión gramatical:

o       Palabras con valor anafórico o catafórico. Son palabras que hacen regencia a un elemento del discurso. Palabras anafóricas son aquellas que remiren a un elemento previo. Las catafóricas lo hacen a una posterior. Ejemplo: Artículo

 

¿Cuándo observamos la anáfora?

En textos que van avanzando y ampliando la información, con el fin de evitar la repetición.

o       Deixis. Son palabras que hacen referencia a elementos de la situación comunicativa. Son deícticos los pronombres personales, los demostrativos, los posesivos y algunos adverbios (aquí, allí, entonces, ahora….)

 

¿Cuándo observamos la deixis?

En textos que reproducen conversaciones; por ejemplo, en los dialogos de los personajes de una obra narrativa

o       Elipsis

 

¿Cuándo encontraremos elipsis?

En los textos orales

 

 

b. Los mecanismos de conexión se establecen a través de:

 

o       Conectores Textuales. Estos marcan las relaciones de significado entre las oraciones, guían la interpretación y sirven para estructurar el texto.

 

c. La modalización: Son todos los elementos que marcan la subjetividad de un texto