jueves, 21 de noviembre de 2013

La literatura en el siglo XIX: Realismo y Naturalismo


REALISMO Y NATURALISMO

Marco histórico

Con respecto a la época romántica, los cambios más destacados son:

-En lo social, la burguesía, que se consolida como clase dominante, deriva hacia posiciones conservadoras. Su apego a la realidad y su espíritu práctico marcan el ambiente. Frente a la burguesía, las masas obreras luchan por mejorar sus condiciones de vida.
-En lo ideológico, sigue dominando el liberalismo, que se ramifica en liberalismo progresista y moderado. Paralelamente, los obreros acogen doctrinas revolucionarias: socialismo, comunismo, anarquismo (Manifiesto comunista de Marx: 1848).
-El pensamiento y la ciencia ofrecen novedades que repercutirán en la literatura. El Positivismo se opone al idealismo romántico y sólo admite como verdadero lo que se puede observar o experimentar. Con él se relacionan el “método experimental” , así como la Sociología y la Psicología científica.

 

Marco histórico y cultural en España.

La España de la segunda mitad del siglo XIX vive fuertes tensiones sociales y políticas. La impresión de conjunto es la de un país atrasado que se desangra en conflictos internos, sin acertar el camino de una convivencia fructífera.
En lo social, destaquemos que el auge de la burguesía es más tardío que en otros países y conservan mucha fuerza los sectores tradicionalistas (nobleza y clero). La misma burguesía liberal está dividida entre conservadores y progresistas. A su izquierda aparecen demócratas y republicanos, así como movimientos revolucionarios obreros: socialistas y anarquistas (el PSOE se fundará en 1879).
En lo político, hasta 1868, predomina una tendencia moderada. La revolución del 68, que destrona a Isabel II, abre una etapa progresista, ensangrentada por una nueva guerra carlistas. La Restauración de la Monarquía (1875: Alfonso XII) implantó un sistema de partidos turnantes (conservadores y progresistas alternarán en el gobierno) que resultó ineficaz.
En lo cultural, asistiremos a semejantes enfrentamientos entre tradicionalismo y progresismo, son las llamadas “dos Españas”.


El Realismo.

Génesis.

A mediados de siglo, en Francia, se llamó realistas a ciertos artistas que se proponía reflejar la sociedad del momento en contraposición con las fantasías y los sueños románticos.
Desde entonces se suele presentar al Realismo como la antítesis del Romanticismo. Ello no es del todo exacto. En ciertos escritores románticos, junto a los rasgos propios del movimiento, ya se hallaban admirables cuadros realistas (así, en novelas como Los miserables, de Víctor Hugo o en los típicos cuadros costumbristas).
Lo más exacto sería decir que del Romanticismo se pasa al Realismo mediante un doble proceso: a) eliminación de ciertos elementos como lo fantástico, los excesos sentimentales, etc.; b) desarrollo de otros como el interés por la naturaleza, por lo regional, por lo costumbrista, por lo cotidiano.

Características.

· Observación rigurosa y la reproducción fiel de la vida. El escritor ha asimilado las lecciones del método experimental, de la Sociología o de la Psicología. Se documenta sobre el terreno, toma apuntes sobre el ambiente, las gentes, su modo de vestir, etc. Ese deseo de exactitud se verá reflejado en la descripción de costumbres o de ambientes –rurales o urbanos, refinados o populares– (Balzac, Dickens, Galdós) y en la descripción de personajes, origen de la gran novela psicológica (Flaubert, Dostoyevski).
· En lo narrativo, el escritor adopta una actitud de cronista más o menos objetivo.
· Las descripciones, de ambientes o de tipos, adquieren un papel relevante en la obra.
· El estilo tiende a la sobriedad. En los diálogos, la lengua se adaptará a la índole de los personajes, por ejemplo, el reflejo del habla popular, entre otras.
· La novela es el género que mejor se adapta a los propósitos del movimiento realista y naturalista.


El Naturalismo.

Recibe el nombre de Naturalismo una corriente fijada por el novelista francés Émile Zola (1840-1902). A los postulados del realismo añadió Zola ciertos elementos tomados de doctrinas típicas de su tiempo:
· El materialismo. Niega la parte espiritual del hombre: los sentimientos, ideales, etc., son considerados productos del organismo.
· El determinismo. Los comportamientos humanos están marcados por la herencia biológica y por las circunstancias sociales.
· El método experimental. Igual que un científico experimenta con sus cobayas, el novelista debe experimentar con sus personajes, colocándolos en determinadas situaciones para demostrar que su comportamiento depende de la herencia y del medio.

De los presupuestos anteriores se derivan varias consecuencias literarias:
1. En cuanto a temas, ambientes y personajes, abundan los asuntos “fuertes”, las bajas pasiones, así como personajes tarados, alcohólicos o psicópatas, seres que obedecen, sin saberlo, a sus tendencias genéticas, si bien sus reacciones difieren accidentalmente según el ambiente en que se han educado.
2. En la técnica y el estilo se llevan a sus últimas consecuencias los métodos de observación y documentación del Realismo. Igualmente se hace más precisa la reproducción del habla.




 

 

La Poesía y el Teatro de la Época Realista.

La Poesía.

En esta segunda mitad del siglo XIX desarrollan su obra dos poetas excepcionales: Bécquer y Rosalía, estudiados en el tema del Romanticismo.
La mentalidad burguesa y realista no favoreció el desarrollo de la lírica. Las dos tendencias más características del momento son el prosaísmo de Campoamor y el retoricismo con pretensiones cívicas y filosóficas de Núñez de Arce.
Ramón de Campoamor (1817-1901) alcanzó fama con sus Humoradas, Doloras y Pequeños poemas, en los que alternan ironía escéptica y sentimentalismo. Quiso introducir el lenguaje coloquial en la poesía, pero con dudoso acierto.
Gaspar Núñez de Arce (1834-1903) es autor de poemas grandilocuentes de temas cívicos y de estilo cercano al de los discursos políticos de su época. Sus composiciones filosóficas son vanamente pretenciosas. Citemos su libro Gritos del combate (1875).

El Teatro.

El teatro de esta época tiene escasa importancia, si exceptuamos la labor teatral de Galdós. Perviven, por un lado, ciertos rasgos del Romanticismo. En esta línea romántica cosechó éxitos José de Echegaray (1832-1916) con altisonantes dramas hoy insufribles, como El gran Galeoto. Fue, no obstante, el primer español que logró el Premio Nobel (1904).
A los gustos realistas responde un género llamado alta comedia, que se caracteriza por abordar temas contemporáneos, con cierto enfoque didáctico y un lenguaje más sobrio. La cultivaron, por ejemplo, López de Ayala y Tamayo y Baus, entre otros autores hoy olvidados.

Autores realistas españoles más importantes.

“FERNÁN CABALLERO” (1796-1877)

Pseudónimo de Cecilia Böhl de Faber, hija del cónsul alemán en
Cádiz. Cultivó un costumbrismo andaluz, con enfoques sentimentales y moralizantes. Destaca su novela La Gaviota (1849). Fernán Caballero y Pedro Antonio Alarcón representan el prerrealismo o transición del Romanticismo al Realismo.


PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN (1833-1891)

Granadino. Comenzó también como escritor costumbrista y romántico. Elementos románticos hay aún en novelas suyas como El escándalo (1875). En cambio, es de un transparente realismo El sombrero de tres picos (1874), auténtica joya de la novela corta española, por lo divertido del argumento, la aguda captación de tipos y ambiente y la viveza del estilo.





JUAN VALERA (1824-1905)

Aristócrata cordobés, cultísimo, liberal y escéptico, comenzó a los cincuenta años su carrera de novelista con una obra maestra, Pepita Jiménez (1874), cuyo protagonista se debate entre una vocación religiosa más convencional que profunda y la fuerte atracción que siente por la mujer que da título a la obra. Los impulsos humanos vencerán. Y lo mismo sucede en varias obras suyas, como Juanita la Larga, otra novela espléndida. Valera es realista por lo riguroso de su observación, pero rehuye, sin embargo, los aspectos más penosos o crudos de la realidad. Su arma crítica es una sutil ironía. Lo caracterizan, además, su penetración psicológica (sobre todo en los personajes femeninos) y un estilo cuidado, tan elegante como sencillo.



JOSÉ MARÍA PEREDA (1833-1906)

Santanderino. Se sitúa en una línea tradicionalista, apegada a una visión idílica del campo (frente al dinamismo urbano). Así exalta la naturaleza y las gentes sencillas de su tierra: el mar y los pescadores en Sotileza (1885), la montaña en Peñas arriba (1895). Sobresalen sus pinturas de paisajes, aunque demasiado minuciosos a veces.

 


ARMANDO PALACIO VALDÉS (1853-1937)

Asturiano. Presenta también una exaltación de las virtudes tradicionales, frente al progreso. Así, en La aldea perdida (1903) cuenta los estragos de la invasión minera en un valle asturiano, antes idílico y luego degradado. Se hicieron famosas otras novelas suyas como La hermana San Sulpicio o La alegría del capitán Ribot.





EMILIA PARDO BAZÁN (1851-1921)

De la escuela naturalista tomó el gusto por los rudos ambientes sociales, con sus pasiones violentas y sus crudezas. Los pazos de Ulloa y La madre Naturaleza (1886-1887) componen un intenso cuadro de gentes y paisajes de su Galicia. Aparte otras novelas, es autora de varios centenares de cuentos, a menudo excelentes.




VICENTE BLASCO IBÁÑEZ (1867-1928)

Es el novelista más cercano a la escuela naturalista: se le llamó “el Zola español” y , en efecto, comparte con éste el gusto por ambientes sórdidos, la crudeza de los temas y la preocupación por las taras hereditarias. Ello va unido al vigor con que supo captar el mundo rural de su tierra, Valencia, en novelas que se harían famosísimas, como La barraca (1894), Cañas y barro (1902), etc.

Los dos escritores realistas más destacados: Galdós y Clarín

GALDÓS

Biografía

Nació en Las Palmas (Islas Canarias) en 1843, el décimo hijo de un coronel del Ejército. Fue un niño reservado, interesado por la pintura, la música y los libros. La llegada a Las Palmas de una prima le trastornó emocionalmente y sus padres decidieron que fuera a Madrid a estudiar Derecho, en 1862. Leyó con voracidad a los autores realistas europeos y con devoción a Cervantes. En Madrid entra en contacto con el krausismo por medio de Francisco Giner de los Ríos, el cual le anima a escribir y le presenta en la redacción de algunas revistas. Se transforma en un madrileño que frecuenta tertulias literarias en los cafés, que asiste puntualmente al Ateneo madrileño, que recorre incesantemente la ciudad y se interesa por los problemas políticos y sociales del momento: se define a sí mismo como progresista y anticlerical.
En 1868 viaja a París y descubre a los grandes novelistas franceses. A su regreso traduce a Dickens, escribe teatro y, por fin, en 1870 se decide a publicar su primera novela, La Fontana de oro, con el dinero que le da una tía, ya que en esa época las novelas o se publicaban por entregas en publicaciones periódicas, revistas y periódicos, o corrían a costa del autor; la obra era todavía romántica pero en ella ya empezaban a verse sus ideas radicales que aflorarán en el decenio siguiente. En estos años comienza a escribir los Episodios nacionales, en la década de 1880, su época de máxima creación. También en estos años se compromete activamente en política, ya que de 1886 a 1890 es diputado por el partido de Sagasta, aunque nunca pronunció un discurso. A pesar de la oposición ultracatólica que no le perdonó haber escrito Doña Perfecta (1876), un panfleto anticlerical, fue elegido miembro de la Real Academia Española. El paso de los años le daban brío y en 1892 se entregó a la reforma del teatro nacional. El estreno de Electra (1901) supuso un acontecimiento nacional: al acabar la representación los jóvenes modernistas (ver modernismo) acompañaron al autor hasta su casa en loor de multitud. En 1907 volvió al Congreso, como republicano, y en 1909 con Pablo Iglesias, fue jefe titular de la “conjunción republicano-socialista”. Su izquierdismo fue el causante de que no se le otorgara el Premio Nobel. En 1920 murió ciego y pobre en Madrid, su ciudad de adopción.


Valoración de su obra

La obra de Galdós se caracteriza por su marcado y nítido realismo. Él es un gran observador con toques geniales de intuición que le permiten reflejar tanto las atmósferas

de los ambientes y las situaciones que describe como los retratos de lugares y de personajes. Se sirve del lenguaje para identificar a sus personajes y esto ha hecho que muchas veces se le acuse de lo que no es: usa un lenguaje ramplón cuando describe o habla un personaje ramplón. El encanto de Galdós está en la sensación de espontaneidad y viveza que nos transmite mediante un estilo expresivo, ágil y sugerente. Es revelador el número de obras suyas que han pasado al cine o a la televisión. Tras Cervantes, numerosos estudios lo sitúan en la mayor altura de la novela española. Galdós dividió su obra en “Episodios nacionales”, “Novelas españolas de la primera época” y “Novelas españolas contemporáneas”. Además hay que considerar su teatro.

Episodios nacionales

Desde 1873 a 1912, Pérez Galdós se propuso el ambicioso proyecto de contar la historia novelada de la España del siglo XIX, es decir, desde 1807 hasta la Restauración, con la intención de analizar el protagonismo de las fuerzas conservadoras y de progreso en España. Son 46 novelas distribuidas en cinco series de diez obras cada una, excepto la última que quedó interrumpida y sólo tiene seis. Obras corales, épicas, que cubren la anécdota del protagonista individual. Muy lejos de la novela histórica del romanticismo, Galdós se documenta con rigor y hasta donde puede de los hechos históricos y los comentarios están narrados con gran objetividad.
Las dos primeras series (1873-1879) cubren la guerra de Independencia y el reinado de Fernando VII. En ellas el autor manifiesta un cierto optimismo en una evolución lenta pero segura hacia el progreso. Entre las obras más celebradas de estas series se encuentran Trafalgar, Bailén, Napoleón en Chamartín o La familia de Carlos IV.
En 1898, retomó de nuevo las series, en las que trabajó hasta 1912. Cubre desde las Guerras Carlistas hasta la Restauración. El optimismo galdosiano se ha apagado y ahora aparece la visión amarga de la España profunda dividida y enfrentada en guerras fratricidas; ante esta convicción el autor busca una salida en el ideal de “la distribución equitativa del bienestar humano” resultado de su izquierdismo político. Algunas de las obras de este periodo son Zumalacárregui, Mendizábal, De Oñate a La Granja, Amadeo I o el último episodio, Cánovas.

Novelas españolas de la primera época

Hasta 1880 escribe unas novelas de tesis, maniqueas, donde los buenos son personajes modernos, abiertos, liberales y progresistas, y los malos, conservadores, tradicionalistas, fanáticos religiosos e intransigentes. Obras simplistas llenas de ardor juvenil. Entre éstas destacan Doña Perfecta (1876), Gloria (1877) y La familia de León Roch (1878). En Doña Perfecta cargó las tintas en el anticlericalismo y en el enfrentamiento entre progreso y tradición; en Gloria repartió por igual la intransigencia religiosa entre judíos y católicos, y en La familia de León Roch entre católicos y liberales.

Novelas españolas contemporáneas

Así llamó Galdós a veinticuatro novelas que publicó a partir de 1880. Es un impresionante cuadro del Madrid y de la España del momento, en que se dan cita toda clase de ambientes, tipos, sentimientos, desde los más nobles a los más bajos. En estas obras el autor ya no utiliza planteamientos maniqueos religiosos o políticos para valorar las conductas de sus personajes, y con plena libertad analiza sus sentimientos, deseos y frustraciones. Lo que surge es un conjunto impresionante de mezquinos, bondadosos, burgueses adinerados, nobles arruinados, desheredados, grandezas y miserias de gentes que viven para aparentar. Galdós consigue captar esta pluralidad social y vital con técnicas narrativas nuevas sirviéndose tanto del monólogo interior, como del estilo indirecto o del personaje narrador —que ya había utilizado en los primeros Episodios Nacionales—. Ahora el autor presenta y el lector juzga.
La primera de estas novelas es La desheredada (1881), obra naturalista en la que la protagonista, una muchacha loca que está en el manicomio de Leganés (Madrid), se cree descendiente de un aristócrata y acaba en la prostitución; El amigo Manso (1883) —obra que ya anuncia las “nivolas” de Miguel de Unamuno— plantea el contraste entre un profesor krausista y su superficial y taimado alumno; en Tormento (1884) la protagonista es engañada y seducida por un sacerdote disoluto y la recoge un indiano enriquecido aunque no se casa con ella; en Miau (1888) describe las penalidades de un cesante progresista durante un gobierno conservador, y el infierno de la burocracia; la usura aparece tratada en Torquemada en la hoguera (1889) en la que se narra la ascensión social de un usurero que acaba convertido en senador. Entre todas estas obras destaca Fortunata y Jacinta (1887) el mural más extraordinario sobre la historia y la sociedad madrileña de la época y una de las mejores novelas de la literatura española: Juan Santa Cruz es el amante de una muchacha pobre, apasionada y enamorada, pero se casa con su prima, la dulce Jacinta, que sufre las infidelidades del marido. Fortunata se queda embarazada y el “señorito satisfecho” —como Ortega y Gasset definió al prototipo de este personaje— busca otra amiga. Fortunata tiene a su hijo pero llena de celos provoca una riña con la nueva amante que la llevará a la muerte no sin antes haber entregado el hijo a Jacinta. Sobre este argumento central en el que se tejen otros y con la realidad político social del momento de fondo, Galdós se situó como narrador cómplice de la Naturaleza que rectifica los errores de sus hijos.
En los años noventa surge una actitud espiritualista en la novelística de Galdós. El tema ético y religioso se aborda en Nazarín (1895) —que Luis Buñuel llevó a la pantalla, como también hizo con otra novela de Galdós, Tristana— en la que se ve a un sacerdote perder la fe porque su pureza evangélica no es comprendida ni aceptada por un mundo mezquino; Misericordia (1897) está considerada como una de sus obras maestras y en ella retrata a la dulce Benina que mendiga para llevar dinero a la casa en la que trabaja de criada sin cobrar y en la que aparece el retablo más descarnado de la miseria madrileña.

Fortunata y Jacinta (1886-1887)

Al igual que la Regenta, se trata de una novela extensa y muy cuidadosamente construida que desarrolla, sobre la base de diversos triángulos amorosos, la convulsa y cambiante vida social madrileña entre 1873 y 1876, entrelazando los elementos de ficción y los históricos.
En la obra Galdós despliega muchas de sus mejores artes narrativas: minuciosa captación de ambientes y tipos, uso magistral de diálogos, empleo de novedosos monólogos interiores, sabio manejo de múltiples anécdotas argumentales, etc.
Consta de cuatro partes. Lleva el subtítulo de Dos historias de casadas. Básicamente narra las aventuras amorosas de Juanito Santa Cruz, joven madrileño de clase media, casado con su prima Jacinta, tras sus relaciones con Fortunata, mujer de condición humilde, a la que abandona al quedar ésta embarazada. Fortunata se entrega a la prostitución, pero es redimida por Maximiliano Rubín, joven idealista al que ella admira y con el que acepta contraer matrimonio, sin que pueda olvidar su amor por Santa Cruz.

Éste, exasperado por la esterilidad de Jacinta, busca de nuevo a Fortunata, quien al día siguiente de su boda vuelve a unirse con su antigua amante, de quien quedará otra vez encinta. Pero el carácter inestable de Santa Cruz lo lleva a infidelidades con Fortunata y, de nuevo, a la reconciliación con Jacinta. Fortunata muere después del parto, y es llorada por su esposo y por su amante. Se trata de una historia más o menos folletinesca enriquecida con con insinuaciones simbólicas de tipo político.

CLARÍN

Datos biográficos

Nació en Zamora, en 1852, pero se sintió profundamente asturiano, como su familia, y pasó la mayor parte de su vida en Oviedo, donde estudió Derecho y fue catedrático de Universidad. Allí murió en 1901.
Hombre de grandes inquietudes espirituales, perdió la fe en una crisis juvenil y la recobró en 1892, aunque al margen de la ortodoxia. Fue muy crítico con el catolicismo tradicional. En política fue un liberal republicano muy sensible ante las inquietudes sociales. Es, ante todo, un intelectual independiente que desarrolló una importante actividad crítica y nos dejó una activada narrativa no muy amplia, pero de gran valor.

Obra crítica y narrativa

Como crítico literario destaca por la agudeza de sus juicios. Además sus artículos nos revelan sus preferencias de escritor: admira a Balzac y, más aún, a Flaubert; defendió a Zola, con reservas. Entre los españoles, alabó a Galdós.
Como novelista, comienza con La Regenta (1884). Publicó después Su único hijo (1890), estimable, pero inferior a aquella.
Además compuso más de setenta cuentos, en cuyas páginas conviven enfoques críticos con la ternura hacia las gentes humildes. El más famoso es ¡Adiós, Cordera!, obra maestra del género por su hondura emotiva y su perfección formal.


La Regenta

Una de las mejores obras de toda la narrativa. Estamos ante una novela excelente porque reúne profundos problemas humanos, un vasto panorama social y un máximo rigor artístico.
No hay novela del siglo XIX que la iguale en riqueza psicológica de los personajes, sobre todo de los dos más importantes: Ana y don Fermín.
El panorama social que refleja es el de Oviedo (Vetusta en la obra), pero resume el de toda España: una aristocracia corrupta, un clero materializado, una burguesía vulgar... Todos los variados escenarios no son simples decorados, sino que condicionan los comportamientos de los personajes. (En este sentido se puede hablar de naturalismo).
Asombra su técnica constructiva. En los capítulos 1-15, sólo transcurren tres días, y a ritmo lento penetramos en el ambiente y en las almas. Los capítulos 16-30 desarrollan los conflictos planteados.
El estilo es de gran modernidad. Se pasa de la objetivad a la ironía. Los diálogos están llenos de variedad y viveza.
Resumen del argumento: Ana Ozores está casada con el Regente de la Audiencia, don Víctor Quintanar, hombre bonachón, mucho mayor que ella. El temperamento insatisfecho y soñador de “La Regenta” le hace oscilar entre una religiosidad sentimental (que aprovecha su confesor, el turbio D. Fermín de Pas) y una sensualidad romántica (que la hará caer en las manos del cínico seductor Álvaro Mesía). El final es desolador: el marido muere en un duelo con don Álvaro; Ana será abandonada por todos y condenada por una sociedad tan hipócrita como implacable.

Autores realistas europeos.

Autores franceses

STENDHAL (Grenoble, 1783-París, 1842)

Su mérito como novelista radica especialmente en el estudio psicológico de sus personajes. Aunque fundamentalmente romántica, su obra anticipa el realismo y psicologismo posterior.
Sus grandes novelas son: La cartuja de Parma y El Rojo y el Negro. Esta última ha sido considerada por la crítica como la iniciadora de la novela realista.

HONORÉ DE BALZAC (Tours, 1799-París, 1850)

De gran capacidad imaginativa, retrata toda una sociedad cuyo móvil fundamental es el dinero. Muy minucioso y detallista en sus descripciones. Escribió un enorme conjunto de novelas de asunto contemporáneo, agrupándolas bajo el nombre de La comedia humana. En ella quiso reflejar todos los ambientes de la sociedad francesa en la primera mitad del siglo XIX.

GUSTAVE FLAUBERT (Rouen, 1821-Croisset, 1880)

Es el autor de la mejor novela del realismo francés: Madame Bovary. Otras obras suyas son Salambó o La educación sentimental.
Su obra se distingue por la depuración estilística y el gran cuidado en el acopio de datos.

ÉMILE ZOLA ( París, 1840-París, 1902)

Es el representante más destacado del naturalismo. Pretendió desarrollar la llamada novela experimental, para trasladar a la literatura el método experimental. Alcanzó notoriedad con la serie Los Rougon-Macquart, en la que describe la vida de una familia francesa durante el Segundo Imperio. Entre los veinte volúmenes que componen la serie destacan El vientre de París, La Taberna y Germinal.


Autores ingleses

CHARLES DICKENS (Portsmouth-Godshill, 1870)

Máximo representante de la novela realista inglesa. Dickens es un maestro en la construcción de narraciones cuyos protagonistas son niños. Creador de caracteres de tendencia moralizante y de gran influjo en la novela europea. Sus obras más destacadas son: Tiempos difíciles, Los papeles póstumos del Club Pickwick, David Copperfield, Cuento de Navidad y Oliver Twist.

Autores rusos

FEDOR DOSTOIEVSKI (Moscú, 1821-San Petersburgo, 1881)

Su gran mérito radica en sus cualidades de psicólogo y en su acción creadora de personajes. Toda su obra refleja una inmensa piedad por los seres más desgraciados y una honda comprensión, en el fondo esencialmente cristiana, de las debilidades y miserias humanas. Sus obras tienen un tono angustioso, pero de profunda compasión y respeto por el alma humana. Entre sus obras más destacadas están El idiota, Crimen y castigo, y Los hermanos Karamazov.

LEV TOLSTOI (Yasnaia Polaina, 1828-Astapovo, 1910)

Su ideología se haya impregnada de un humanitarismo idealista; el afán de justicia social , el amor a los humildes, y la tesis de que el ser humano debe vivir de acuerdo con su conciencia son características muy relevantes. Entre sus obras destacan Guerra y paz, brillante evocación de las campañas napoleónicas en Rusia, y Ana Karenina, de ambiente contemporáneo y trágico final. Gozó de inmensa popularidad en Europa a fines de siglo, y contribuyó a dar a la literatura un tono de espiritualidad.

 

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